lunes, 23 de marzo de 2009

LUIS ALBERTO DE CUENCA


Me gustas cuando dices tonterías,

cuando metes la pata,

cuando mientes,

cuando te vas de compras con tu madre

y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños

y me cubres de besos

y de tartas,

o cuando eres feliz y se te nota,

o cuando eres genial con una frase

que lo resume todo,

o cuando ríes

(tu risa es una ducha en el infierno),

o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más,

tanto que casi no puedo

resistir lo que me gustas,

cuando, llena de vida, te despiertas

y lo primero que haces es decirme:

«Tengo un hambre feroz esta mañana.

Voy a empezar contigo el desayuno».
* * *

La noche estrellada. Van Gogh


MUCHACHA EN LA VENTANA. DALÍ


El jardin de las delicias. El Bosco


Romancero Gitanano. Casada infiel


Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.


Fue la noche de Santiago

y casi por compromiso.


Se apagaron los faroles

y se encendieron los grillos.


En las últimas esquinas

toqué sus pechos dormidos,

y se me abrieron

de pronto como ramos de jacintos


El almidón de su enagua

me sonaba en el oído,

como una pieza de seda

rasgada por diez cuchillos.



Sin luz de plata en sus copas

los árboles han crecido

y un horizonte de perros

ladra muy lejos del río.


Pasadas las zarzamoras,

los juncos y los espinos,

bajo su mata de pelo

hice un hoyo sobre el limo.


Yo me quité la corbata.

Ella se quitó el vestido.

Yo el cinturón con revólver.

Ella sus cuatro corpiños.




Ni nardos ni caracolas

tienen el cutis tan fino,

ni los cristales con luna

relumbran con ese brillo.

Sus muslos se me escapaban

como peces sorprendidos,

la mitad llenos de lumbre,

la mitad llenos de frío.


Aquella noche corrí el mejor de los caminos,

montado en potra de nácar

sin bridas y sin estribos.

No quiero decir,

por hombre,

las cosas que ella me dijo.

La luz del entendimiento

me hace ser muy comedido.


Sucia de besos

y arena yo me la llevé del río.

Con el aire se batían

las espadas de los lirios.



Me porté como quién soy.

Como un gitano legítimo.

La regalé un costurero grande,

de raso pajizo,

y no quise enamorarme

porque teniendo marido

me dijo que era mozuela

cuando la llevaba al río.



Garcilaso de la Vega. Soneto V.

Escrito está en mi alma vuestro gesto,
y cuanto yo escribir de vos deseo;
vos sola lo escribisteis, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo en esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto;
que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo,
de tanto bien lo que no entiendo creo,
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros;
mi alma os ha cortado a su medida;
por hábito del alma mismo os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos;
por vos nací, por vos tengo la vida,
por vos he de morir, y por vos muero.